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El estudiante de Ser Pilo Paga que sueña con ser como García Márquez

Desde hace un año, Bogotá se ha convertido en el mayor reto de la vida de Cristian Camilo Torres. Ser profesional en derecho le ha costado lágrimas, soledad y depresión.

Marcela Díaz Sandoval
01 de febrero de 2016 - 02:41 p. m.
Cristian Garavito / El Espectador
Cristian Garavito / El Espectador

La ciudad no tardó en demostrarle lo difícil que iba a ser vivir en ella. Enero de 2015. La Terminal de Transporte de Bogotá estaba llena como de costumbre, tanto, que se hizo difícil transitarla y casi imposible controlar las pertenencias. El exceso de confianza le ganó a Cristian Camilo Torres, a quien un pequeño descuido lo dejó sin cuadernos, portátil, comida y por poco sin la emoción que genera estar a unos días de entrar a la universidad.

Llegó de Barbosa (Santander), un pueblo que, en sus palabras, “es tan pequeño que no hay buses, solo taxis o mototaxis. La delincuencia tiene una diferencia del cielo a la tierra. Allá hay un solo vago y todos le damos comida y monedas. Hay tres edificios a los que llaman centro comercial, pero no son comparables con los de acá”.

Llegó para hacer parte del grupo de casi 600 jóvenes becados del Programa Ser Pilo Paga que ingresaron el año pasado a la Universidad de Los Andes. Estudiar derecho le ha costado más de una lágrima y muchos días de soledad y depresión. Recuerda con nostalgia que su primera vivienda en la capital, ubicada en el barrio Normandía, “era deplorable. La señora de la casa era súper brava y el lugar no estaba apto para vivir”. También que en las dos primeras semanas el almuerzo era su única comida del día.

La ausencia de su familia, el choque sociocultural con la ciudad y el frío que siente una persona que llega de clima caliente sin abrigo le jugaron una mala pasada. Ese primer semestre las calificaciones no fueron las mejores. “Me dio muy duro leer tanto, era impresionante la cantidad de lecturas que nos mandaban y a mí no se me grababa nada”.

De ese joven tímido y callado queda muy poco. Hoy sus ojos se iluminan al hablar de lo “majestuosa, inspiradora y bella” que es la universidad. Se siente capaz de comerse el mundo, de ser el mejor abogado del país, al que reconozcan por luchar contra las injusticias sociales. Una meta que comparte con el sueño de llegar a ser como Gabriel García Márquez, a quien admira y trata de seguir: “Leí una vez que Gabo se ponía un overol entonces yo tengo una bata blanca para escribir”. De hecho, este semestre empezará los trámites para cursar literatura.

Aunque cada prueba ha sido más fuerte que la anterior, hoy agradece todo lo que ha vivido. “A uno la vida le enseña a ser fuerte a las patadas”. Cambió su lema, los pobres no tenemos derecho a soñar, por: “Con el paso del tiempo uno va descubriendo que hay personas buenas, que la bondad sí existe y que depende de mi actitud”.

Para 2019, Cristian Camilo espera graduarse con honores, trabajar en una ONG de restitución de tierras o en una empresa de derechos de autor y de propiedad intelectual. “Me gustaría que fuera en Bucaramanga. No dejo de extrañar mis costumbres santandereanas, las personas, el ambiente, mi lugar”.

Por Marcela Díaz Sandoval

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